
Construir Recursos Fronterizos Pensando los Unos en los Otros

La metodología de las Estaciones Comunitarias de la UCSD pretende examinar todos los ángulos de los espacios que compartimos para crear una población más integral que piense menos por medio de cuestionarios de selección múltiple y más mediante la complejidad del pensamiento relacional asociado.
El enfoque de las estaciones comunitarias de la Universidad de California en San Diego (UCSD) respecto a la arquitectura y la construcción de comunidades es tan complejo y tiene tantos matices que la planificación urbana apenas describe el alcance de su misión. “La planificación convencional es en blanco y negro”, afirma Teddy Cruz, profesor de cultura pública y urbanismo del Departamento de Artes Visuales de la UCSD. “De hecho, los mapas de uso y densidad del suelo siempre tratan de edificios, de un solo color, sin entender las zonas grises. Se trata de diseñar herramientas culturales para producir nuevas sensibilidades sobre los grises”.
Esta metodología se transforma continuamente a medida que el proyecto investiga la urbanización informal, la infraestructura cívica y la cultura pública en centros cuidadosamente diseñados que la universidad comparte con comunidades a lo largo de la frontera entre California y México.
Bajo la protección del Centro de Justicia Global de la UCSD, el programa de Estaciones Comunitarias es una polinización cruzada que fusiona los campos de la arquitectura y el urbanismo, la teoría política y la reglamentación urbana, así como las artes visuales y las humanidades, nutriendo un diálogo nuevo entre investigadores y residentes de las comunidades donde las estaciones están ubicadas. Estos diálogos en curso están cultivando soluciones potenciales para asuntos tan variados como la equidad laboral, la justicia medioambiental y el desplazamiento político/económico.
Fonna Forman, catedrática de teoría política y directora fundadora del Centro de Justicia Global de la UCSD y socia del proyecto, señala: “Es un proceso. La calidad incremental de todo nuestro trabajo es una parte muy importante del mismo; no es una foto acabada. Lo más interesante es el carácter evolutivo de los proyectos, porque eso es el trabajo colaborativo. No vamos y construimos casas para los pobres. No es eso. No llegamos, construimos de arriba abajo y desaparecemos. Es lento y feo y desordenado y hermoso y todas estas cosas”.
Basado en el principio de que las comunidades y las universidades de investigación pueden asociarse para resolver problemas acuciantes, el programa ha activado actualmente cuatro emplazamientos dinámicos, o estaciones, que evolucionan según las necesidades de sus respectivas poblaciones: dos en San Diego y dos en Tijuana. Las estaciones se encuentran a poca distancia del campus de UCSD en La Jolla, California.
“Se trata de abrir realmente nuevos canales de reconocimiento y coproducción de conocimientos,” afirma Cruz. Para cada estación, una constelación de socios locales nutre la programación, el enfoque y las áreas de necesidad existentes de una comunidad determinada. Las relaciones deben basarse en la confianza, un modelo que trastoca la relación histórica entre una universidad con grandes recursos, las comunidades locales y los residentes. El conflicto es un producto de este trabajo que, según Forman, es bienvenido.
“Cuando una universidad hace proyectos puntuales, el modelo etnográfico tiene que sostener eso. [En este modelo], cuando te comunicas, muestras el máximo respeto: escuchas, mantienes las manos fuera, no tocas, y luego vuelves a ascender a la universidad y escribes tus artículos,” explica Forman. “Un modelo de colaboración es diferente porque no es vertical; es horizontal. Cuando vienes de mundos distintos, con conocimientos y experiencias diferentes, pueden surgir conflictos que en etnografía nos enseñan a evitar. Tenemos conflictos. Nadie cede ante el otro. Respetar significa escuchar, entrar en conflicto, trabajar en el duro terreno de llegar juntos a una resolución o a un plan de acción.”
El enfoque multidisciplinario de la organización hacia la planificación cívica fusiona los campos de la arquitectura, el urbanismo, la teoría política, así como las artes visuales y las humanidades.




El enfoque de cada emplazamiento se ha desarrollado orgánicamente a partir de la relación de la gente que habita esa geografía específica, con agendas y dinámicas de investigación organizadas basadas en las prioridades de los socios comunitarios del lugar. El más al norte es la Estación Comunitaria UCSD-EarthLab, situada en el vecindario diverso Encanto de San Diego, en el epicentro de la línea roja que se estableció en los años 30. Casi cien años después, sigue siendo una zona de pobreza cíclica y dramática desinversión. También se encuentra en el corazón de la cuenca del Chollos Creek, una vía fluvial muy contaminada. Factores como este permiten que las estaciones actúen como puntos de entrada para la investigación de las dinámicas biorregionales y la relación de las cuencas hidrográficas con la justicia medioambiental. “Esta estación en particular es un ejemplo de codesarrollo entre la universidad y las comunidades: actuamos como facilitadores de negociaciones y posibilidades intersectoriales,” afirma Cruz. “Aquí hay una circulación entre la educación en interiores y al aire libre, llevando a los estudiantes a relacionarse con la naturaleza, viendo la naturaleza como un espejo, porque cuidar de la naturaleza es cuidar de sí mismos y de sus propias comunidades. Hemos diseñado lo físico y también lo programático: la infraestructura verde física se convertirá en el telón de fondo de una educación climática experiencial”.
Al sureste de EarthLab está situada la Estación Comunitaria UCSD-Casa, en el vecindario de San Ysidro, a menos de una milla del puesto fronterizo de San Diego, el paso terrestre más transitado del hemisferio occidental. San Ysidro es una comunidad compuesta principalmente por inmigrantes de México que viven por debajo del umbral de la pobreza. De esta estación, la primera construida que refleja la inversión de Mellon en educación e investigación colaborativas, se ha aprovechado su progreso para permitir que el programa construya viviendas comunitarias flexibles. Flanqueada por un espacio público formado por un teatro comunitario que se adaptó de una iglesia de los años 20 y que se ha convertido en un símbolo de orgullo cívico, la estación también cuenta con un aula al aire libre, pabellones con infraestructuras provistas por la universidad que fomentan el aprendizaje a distancia y una serie de edificios secundarios que contienen actividades programadas para la ciudadanía, orientación y servicios comunitarios.
La estación Casa es un esfuerzo cooperativo para aumentar las capacidades de la comunidad para la acción política a través de un espacio público cuya programación consta de producciones colaborativas de teatro, música y artes visuales. La meta es utilizar estas prácticas propias de las humanidades para cambiar las políticas públicas, y que los miembros de la comunidad (especialmente los niños) se conviertan en portavoces contra las injusticias a las que se enfrentan, adquiriendo conciencia y agilidad política en el proceso.
Un estudio de caso ejemplifica cómo se utiliza el pensamiento creativo y compasivo para impulsar la defensa cívica. San Ysidro tiene la peor calidad del aire del condado de San Diego debido a su proximidad a la frontera: miles de coches parados esperando para cruzar generan gases de escape que contribuyen a aumentar las tasas de enfermedades pulmonares y enfisema. Para facilitar la participación de la comunidad en el diálogo sobre esta crisis sanitaria, se invitó a los estudiantes de la UCSD al patio trasero de un residente local cuyos limoneros estaban cubiertos de limo negro acumulado por la contaminación diaria. Reconociendo los limones como biosensores, los estudiantes utilizaron el limo de estos para crear pancartas con palabras en español que luego se pudieran usar para comunicar lo que se enfrentan los habitantes de esta zona. La increíble conexión entre ciencia, cambio climático, prácticas de diseño urbano y activismo culminó en una historia que los habitantes de la estación llaman “los limones negros,” un tema recurrente en las producciones culturales de la comunidad. “Los limones se han convertido en una forma de comunicar a los responsables de formular políticas públicas de la región fronteriza que se nos está dejando de lado, que nuestros problemas de salud dependen de una decisión política y que tenemos que cambiarla. Este es un ejemplo de cómo se puede utilizar el arte para comunicar las injusticias que enfrenta la comunidad, una forma diferente de procesar cognitivamente el desafío,” dice Forman.
Las estructuras presentadas en las cuatro estaciones comunitarias del programa están diseñadas conjuntamente con el aprendizaje proporcionado por los ocupantes y estudiantes que utilizan los espacios.





Los estudiantes responden a esta forma de aprender y trabajar. El arte y la creatividad ofrecen nuevas formas dinámicas de investigar y comprometerse, y abren canales para que los estudiantes colaboren en la investigación con los miembros de la comunidad que se beneficiarán de su trabajo. Forman lo cuenta con orgullo: “Hacemos estudios longitudinales de nuestros estudiantes y vemos que su participación en nuestro proyecto durante la universidad repercute en su trayectoria profesional, en lo que quieren estudiar después de graduarse, en el tipo de trabajos que desean. Muchos de ellos quieren dedicarse al trabajo de interés público después de graduarse debido a que la exposición a este durante la universidad fue muy importante”.
Dada la ubicación de la universidad a pocos minutos de una frontera en crisis, se ha argumentado que el proyecto y sus estaciones identifique asuntos de gravedad mundial. Las dinámicas de desinversión, populismo, cierre de fronteras y aceleración del trastoque climático que se observan en todo el mundo pueden ser presenciadas por los estudiantes de la UCSD por la mañana y volver a las aulas solo unas horas más tarde. Esta asombrosa proximidad entre teoría y práctica ha llevado a una gran institución de investigación al epicentro de estos asuntos de forma significativa a largo plazo.
La estación comunitaria UCSD-Alacrán se encuentra al sur del muro fronterizo, en el cañón de Los Laureles, junto a la cuenca crítica del río Tijuana, la vía fluvial más contaminada de la biorregión. La estación está dentro de un asentamiento informal de aproximadamente 100,000 personas, una población desplazada de Haití, Centroamérica y otras partes de México. El lugar se ha convertido en un increíble laboratorio para explorar la interdependencia social, medioambiental y ecológica. En colaboración con Embajadores de Jesús —una organización religiosa profundamente arraigada en la zona, dirigida por el activista, pastor y economista Gustavo Aceves y la activista, pastora y psicóloga Zaida Guillén— Alacrán se ha convertido en un ejemplo prototípico del compromiso del programa en difuminar los límites entre la investigación, la enseñanza y el servicio.
“La Estación Comunitaria Alacrán se convirtió en un experimento con nuestros socios—organizaciones sin fines de lucro realmente arraigadas en esos entornos. Les decimos a nuestros estudiantes de arte y otras disciplinas que no pueden simplemente caer en paracaídas en estos entornos. La idea es colaborar para que haya un punto de entrada. Esas agencias, esas organizaciones de base son el cúmulo de la comunidad”, dice Cruz.
Las asociaciones con organizaciones sin fines de lucro bien invertidas en los hábitats únicos de las estaciones brindan conexiones para materiales de construcción beneficiosos para el medio ambiente y la economía local.






Estas asociaciones proporcionan un contexto integral para las necesidades y tensiones propias de las comunidades. Al fomentar conexiones que desarrollan el entendimiento mutuo, Forman, Cruz y los estudiantes de la UCSD no solo han podido estudiar las maquiladoras (o fábricas globales) que rodean los asentamientos informales para aprovechar la mano de obra barata, sino que también han podido trabajar directamente con estas empresas para subvencionar materiales de construcción para las viviendas construidas por los propios ocupantes en la estación. Los productos de un sistema de estanterías modular han sido transformados en el armazón para una gradual ocupación residencial, lo cual ha llevado al codesarrollo de un proyecto mayor: todo un vecindario santuario. El lugar ya cuenta con un centro alimentario colectivo y una cocina industrial que sirve a programas de justicia alimentaria.
En las estaciones comunitarias, lo local es global. Aprendiendo de su asociación con Embajadores de Jesús, el programa ha reconocido prioridades como posibilitar y fomentar economías locales que beneficien a los migrantes que enfrentan procesos de asilo arduos e inaccesibles. Lo que están descubriendo es que sus estudios de casos pueden usarse como ejemplos claros de cómo los refugiados pueden pasar de moradas provisionales a viviendas más permanentes, un conocimiento que será cada vez más necesario según aumente la migración en todo el mundo debido a los desplazamientos provocados por el cambio climático, entre otros factores.
La proximidad de la universidad a los desafíos que se enfrentan a lo largo de esta frontera permite a sus estudiantes estar a la vanguardia de los problemas de resiliencia climática que aumentan a medida que aumentan las temperaturas.





“Vamos a ver esto en todo el mundo por mucho que frenemos el calentamiento [global]. Las comunidades de primera línea seguirán sintiendo el impacto al menos hasta mediados de siglo, si no más allá,” afirma Forman. “Tenemos que pensar en la resiliencia regional y en su aspecto. Cuando en California y en el suroeste se habla de lo que significa ser resiliente al cambio climático, con demasiada frecuencia ese significado se detiene en nuestras fronteras. En la mente estadounidense existe la fantasía de que la frontera significa que no tenemos que preocuparnos por nada de lo que ocurre al otro lado.”
Forman y Cruz instan a reimaginar las fronteras nacionales para los ocupantes de ambos lados. Refiriéndose a un mapa que han creado, Forman declara entusiasmado: “Hemos borrado la línea visualmente. La frontera se convierte simplemente en un conjunto de cuencas hidrográficas. Imaginemos el aspecto de toda la frontera continental de Estados Unidos cuando sea reconceptualizada como cuencas hidrográficas en lugar de como una cerca metálica. Abre interrogantes sobre nuestra interdependencia.”
La innovación del programa, por lo tanto, va más allá de los detalles materiales del diseño arquitectónico o urbano. La gran complejidad de las historias atestiguadas y que se entretejen en la programación y las actividades se traduce en innovación del pensamiento, especialmente para los niños que habitan estos lugares. Comprender que son suyas las decisiones, los estudios y la programación en los que participan, en lugar de ser algo que se les hace, es un cambio de paradigma que conduce al empoderamiento.
Cada estación presenta estructuras y programación específicas para la comunidad a la que sirve; todos se describen como espacios santuario para la protección tanto de las personas como de la naturaleza.






“La ciudadanía es más una forma de habitar juntos un lugar y compartir intereses y aspiraciones. Siempre estamos repensando la ciudadanía con estos jóvenes. ¿Cómo podemos reimaginar el espacio que habitamos y cómo lo compartimos? En el futuro, los niños van a pensar de forma diferente sobre las fronteras y las interconexiones, sencillamente porque nuestro mundo no puede tolerar el modelo geopolítico actual. Son los nuevos pensadores. Experimentan la realidad de forma diferente y de nuevas maneras,” afirma Forman. La plataforma de las estaciones comunitarias de UCSD considera a los niños como los ciudadanos transfronterizos del futuro, centrándose en el acceso educativo de las poblaciones juveniles de cada lugar.
Con esto en mente, la estación más al sur, UCSD-Divina, está situada en la periferia de Tijuana, en un vecindario más consolidado dentro de un asentamiento informal. La estación está madurando para convertirse en la única escuela secundaria de toda una región que alberga a más de 85,000 personas. Muy centrada en el medio ambiente, el objetivo de la escuela es dotar la universidad de fuertes vínculos con los jóvenes de la comunidad.
¿Qué une a las estaciones, que varían en función de su finalidad, comunidad y geografía? Cruz explica: “Cada estación comunitaria es un laboratorio para pensar en una programación alternativa. Llevar a los jóvenes de los vecindarios a dar testimonio de la vulnerabilidad de sus puntos conflictivos permite reconocer que gran parte del daño a la infraestructura social que se está haciendo en ese asentamiento informal también está dañando ese hermoso sistema ambiental operativo tan importante para la habitabilidad de toda la biorregión. Esta conexión entre lo local y lo que ocurre más allá del muro es lo que realmente abre nuestro trabajo con los jóvenes”.
Cruz es enfático en que la conexión necesaria para ver más allá de los limitantes caminos lineales que nos alejan de soluciones novedosas puede desbloquearse con la imaginación. Para él, esta revelación comenzó cuando se dio cuenta de que los problemas del mundo no pueden resolverse únicamente desde su especialización, lo cual le llevó a formular una práctica con Forman que, según Cruz, iguala la colaboración con la empatía y va más allá de las vías académicas tradicionales.
La programación del proyecto se centra en los jóvenes como ciudadanos transfronterizos del futuro.

Cuenta esta anécdota como ejemplo: “Hicimos un proyecto con Steve Sheik, quien es un percusionista de fama mundial y profesor del departamento de música aquí con la estación comunitaria CASA. En una de las reuniones iniciales con los trabajadores sociales del lugar nos advirtieron que la comunidad no entendería las composiciones si no tenían letra. Decidimos: vamos a refutarlo. En los talleres empezamos a incorporar ideas que son complejas, tales como que la música puede ser tocar la tierra, o que la música puede ser el silencio. Ese acceso a otras formas de imaginación y percepción empezó a producir verdaderamente respuestas increíbles. Esa circulación es hermosa”.
Grant insight
Community Stations Network
La Universidad de California en San Diego recibió una subvención de $5,000,000 en marzo de 2021 a través del área de subvenciones Enseñanza Superior de Mellon.
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