Una red fronteriza

Sin proponérmelo devine una estadística histórica: uno de los 160,000 puertorriqueños que emigraron a Estados Unidos a un año del paso del huracán María por la Isla. Mi exilio, pautado antes de la catástrofe del 2017, no respondió a razones económicas, como para la mayoría de mis compatriotas, sino a la idea de explorar una vida creativa más allá de la frontera isleña. Poco tardé en darme cuenta de que, por razones de temperamento y formación cultural, integrarme a la escena artística de la diáspora puertorriqueña en la ciudad no era para mí. Pero no fue hasta el advenimiento de la pandemia cuando tomé plena conciencia de mi desubicada condición: había cambiado la frontera isleña por la frontera incierta del exilio.

Fuera por desesperación o por vocación de empedernido, de la disociación me surgió una pregunta vivencial y creativa: ¿cómo convertir una frontera incómoda en la que me sentía desubicado en una plataforma de creación alimentada por la incertidumbre? Se ha dicho con razón que la imaginación no tiene límites, que la realidad material sí, y que nuestras vidas coexisten en ambos ámbitos. Luego de tres años de inadaptación, mi imaginación comenzaba a gatear hacia la creación de un nuevo libro, pero mi realidad material y anímica seguía siendo poco favorable. Fue en este tiempo cuando recibí la noticia de que había sido seleccionado como uno de los veinte recipientes de la Beca Letras Boricuas del 2021. 

Mi primera reacción fue de alivio y agradecimiento. La beca me suministraba un ingreso inesperado con que solventar la precariedad material, a la vez que apostaba a la continuación de un quehacer literario que apenas comenzaba a romper el silencio duro del exilio.  

Mi segunda reacción fue la de asumir la beca como un mandato creativo. Pese a la alegría de recibirla, no podía dejar de pensar en tantos otros escritores boricuas que pudieron haberla solicitado y recibido como yo. Dado el cuidado puesto y la buena suerte en mi selección, tomé la beca como un reto para componer un nuevo libro. Esto excedía los requisitos de Letras Boricuas, pero consideré que sólo terminando un nuevo libro sería merecedor del reconocimiento. Hoy puedo decir que, en noviembre de 2023, dos años después de recibir la beca, me la gané. Espero que mi libro, basado en la complejidad de las vidas que se traman en diversas zonas fronterizas, se publique pronto. 

Pero más allá del efecto en mí, entendí la beca como una imaginaria red literaria. El nombre mismo de la beca —Letras Boricuas— y la cantidad de becados implicaba un nosotros que, sin desmerecer los méritos de cada cual, nos entramaba en una red creativa boricua sin fronteras, donde escritores isleños y de la diáspora éramos igualmente reconocidos.  

La red se manifestó aún más con la Convocatoria de Letras Boricuas que reunió a las cohortes del 2021 y del 2022 en Puerto Rico en abril de 2023. El nosotros resultante del evento, conformado por treinta y siete escritores de aquí y de allá (adverbios intercambiables según el lado de la frontera boricua desde la cual se hable), me dejó constancia de la riqueza creativa de nuestra hibridez literaria. Como dijera un estimado poeta bicultural: “la cultura es en gran parte osmosis involuntaria”, y cada escritor/a boricua escribe lo que puede, con lo que tiene a la mano: aquí, allá y dondequiera. Es lo que por ahora ven mis lentes de exiliado: una red literaria imaginaria, variopinta y cambiante, con incursiones simbólicas cada vez más libres.

Aguardo con interés conocer a los próximos becarios que expandirán esta red fronteriza. 

Francisco Font Acevedo nació en Chicago, Illinois, de padres puertorriqueños, el 15 de septiembre de 1970. Se crio en Rincón, Puerto Rico, país donde hizo su vida hasta julio de 2018. Desde entonces vive exiliado en Filadelfia, Pensilvania, donde asume la identidad fronteriza de ser un puertorriqueño isleño que no se asimila ni desea asimilarse a la categoría equívoca de latino. En ese lado del Atlántico labora como intérprete y escribe ficción. Sus más recientes publicaciones son Santurce, un libro mural (en colaboración con el artista Rafael Trelles, Fundación Puertorriqueña de las Humanidades, Puerto Rico, 2020) y La troupe Samsonite (Folium, Puerto Rico, 2016).